Dylan recorrió la playa chata del río. Le gustaba vagabundearpor ese paraje desierto cada vez q su padre no lo necesitaba. Buscaba piedras veteadas y caracoles, los mas raros y de colores brillantes q pudiera encontrar. De vez en cuando miraba su caballo, atado a un matorral, y el humito de alguna chimenea q, a lo lejos, se deshacía en el aire. En este país, decía su padre, apenas uno se alejaba un poco las cosas parecían perderse en la planicie y el vacío.
El viento le castigaba la cara, volándole el pelo lacio y rubio, pero Dylan ya estaba acostumbrado al viento de la Patagonia. Soplaba desde el otro lado del mar, sin obstáculos, barriendo la superficie del agua y levantando olas enormes que venían a explotar, turbulentas, en la costa, a unas veinte millas de allí. A los pocos días de llegar, una noche, el doctor Williams le mostró un mapa en el q se veía el enorme espacio vacío del Atlántico sur. Si salieran navegando hacia el este, dijo, en algún momentotropezarían con Australia. Ése había sido otro de los destinos posibles para él y su familia, sin embargo su padre se había decidido por la Argentina y por aquel lugar tan al sur del mundo, tan lejos de su país natal. Trepó la suave ribera y empezó a practicar puntería con las piedras. Se agachaba, buscando cantos rodados entre el pasto duro, cuando el corazón se le trepó a la garganta. Huellas claras de caballos removían la tierra y se extendían varios metros por la orilla del río. Instintivamente levantó la cabeza: ¡Indios! Miró hacia las casas q a la distancia se vieron más insignificantes y desamparadas q nunk. En el oeste, sobre el horizonte, volaba una nube d polvo gris. Dylan echó a correr, montó de un salto y se largó en un galope desenfrenado hacia las casas.
Cuando llegó, lo primero q vio fue a su padre arreglando el techo del cobertizo.
- ¡padre!
John Hughes se dio vuelta ante el grito d su hijo mayor.
-Dylan q te pasa? ¿viste un fantasma?
-padre indios!
La cara de su padre se demudó. De inmediato Djó las herramientas en el suelo y lo tomó x los hombros.
.....
... Pero una madrugada d extraña calma en el viento, algo sucedió. Primero fue el grito d Nash llamando a su padre. Después el doctor, subido al techo de su casa, mirando al sur. Después todos salieron a medio vestir y miraron hacia allí, hacia donde inequívocamente se levantaba una nube de polvo q crecía. Ante los ojos despavoridos de Dylan, trepado a la parte más alta del cobertizo, comenzaron a verse peqños puntos negros. Jinetes, muchos, cada vez más cerca. Como un emisario siniestro, el viento trajo el sordo retumbar del galope d los caballos en la tierra dura. Los hombres buscaron las armas. Mujeres y chicos corrieron a la precaria iglesia, los hombres se atropellaron cruzando gritos y ademanes violentos mientras codo con codo, formaban un cordón en semicírculo defendiendo la entrada. Junto a su padre, Dylan los veía venir. Distinguió las lanzas q se elevaban varios metros por encima de las cabezas. Una ráfaga d terror traspasó a los colonos q miraban el avance como el q espera una catástrofe, incrédulos todavía, inmovilizados. El padre Brannan murmuraba una oracion. Los tehuelches alcanzaron el borde d la aldea y desd allí avanzaron al paso. A unos 10 metros se detuvieron y esperaron, nadie supo q . Sólo los caballos se movían, sudorosos, piafando, sacudiendo las crines. En la proximidad se hicieron precisas las caras oscuras pintadas con trazos blancos, las vinchas, el pelo negro y duro. Ágiles como gatos, algunos se acuclillaron sobre el lomo de los caballos, apoyándose en la lanza. Algo se movió en el fondo, dond empezó a abrirse un espacio y aparecieron los q venían a retaguardia; eran mujeres y chicos, algunos d su misma edad, le pareció a Dylan, aunq con el gesto salvaje d peqños caciqs; cuando llegaron a la primera fila se deslizaron al suelo.
...
... Uno de los tehuelches hizo un gesto: levantó la mano a la altura d la cabza. Dylan vio a su padre bajar lentamente el arma; uno a ino, los colonos hicieron lo mismo. Ahora era su padre quien cruzaba la tierra d nadie barrida por el viento y acercándose al hombre q había hecho el saludo le tendía la mano. Detrás d él fueron los demas hombres d la aldea. Dylan no podía quitar la mirada d su madre y la mujer tehuelche. Cuando recuperó el aliento, tmb él caminó hacia los visitantes con la mano extendida.
*SINCERAMENTE ...Q BUEN LIBRO... *
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