sábado, 1 de febrero de 2014

El dragón lanzó gigantescas llamaradas contra el caballero una y otra vez pero, por más que lo intentaba, no lograba hacerlo arder.
A medida que el caballero se iba acercando, el dragón se iba haciendo cada vez más pequeño, hasta que alcanzó el tamaño de una rana. Una vez extinguida su llama, el dragón comenzó a lanzar semillas. Estas semillas-las semillas de la duda-tampoco lograron detener al caballero. El dragón se iba haciendo aún más pequeño a medida que continuaba avanzando con determinación.
-¡He vencido!-exclamó el caballero victorioso.
El dragón apenas podía hablar.
-Quizá esta vez, pero regresaré una y otra vez para bloquear tu camino.
Dicho esto, desapareció con una explosión de humo azul.
-Regresa siempre que quieras-dijo el caballero- Cada vez que lo hagas, yo seré más fuerte y tú más débil.
Rebeca voló y aterrizó en el hombro del caballero.
-Lo veis, yo tenía razón. El conocimiento de uno mismo puede matar al Dragón del miedo y la duda.

/El caballero de la armadura oxidada.

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